miércoles, 11 de febrero de 2015

Leyendo espero

Publicado originalmente en Enter.co

Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, comenzó el año 2015 con el propósito de leer al menos un libro cada dos semanas. Eso es cerca de 13 veces el promedio de lectura al año en Colombia. La iniciativa está complementada con un 'club de lectura en la red social, que antes de llegar a su primera semana sobrepasaba los 130.000 'Me gusta'.

Uno podría robarse las palabras del popular tango 'Fumando espero' y decir que leer es un placer genial, sensual. Y más saludable que fumar, por supuesto, salvo que el material sea un libro con las páginas envenenadas; páginas que serían prácticamente imposibles de envenenar en un libro digital.

Y es que, más allá de todos los placeres inmateriales que genera, es difícil desvincular la sensualidad de la lectura del formato impreso, incluso para los menos románticos, entre quienes me incluyo en cuanto al consumo literario se refiere.

Porque no me genera estrés usar el iPad para leer 'La iliada' o 'Cien años de soledad', pero hay libros que trascienden la pantalla de un dispositivo electrónico.


No me imagino la 'Enciclopedia de las cosas que nunca existieron' en formato digital. Por más alta definición, no me conformaría con las magníficas ilustraciones de este volumen impreso en una pantalla de menos de 10 pulgadas, cuando el formato del libro tiene el equivalente de una pantalla de 15 pulgadas.

Tampoco me imagino a los personajes de 'The Big Bang Theory' descargando de Internet las historietas que habitualmente compraban en la tienda de Stuart Bloom, antes de que el local se incendiara.

Claro, hay libros que son mucho más interesantes en formato digital, porque están llenos de vínculos, fotos, infografías, animaciones, videos y demás recursos que –casi sobra decirlo– no existen en los medios impresos; de hecho, catalogarlos como 'libros' (en su definición formal de diccionario) parece quedarse corto.

Sin embargo, también hay quienes prefieren sentir en sus manos el lomo grueso de un libro, que disfrutan al palpar la textura y flexibilidad de las páginas, así no contengan más que secuencias infinitas de palabras. Quienes prefieren saber que el libro tiene mil páginas impresas, que conocer su equivalente en bytes.

Al final, creo que nadie debería ser tan purista como para rechazar cualquier obra literaria que no venga en papel, ni dárselas de tan vanguardista que no conciba el valor material del libro, más allá de su contenido intelectual. A mi me encantaría tener en su edición física el libro de cuentos de Sir Arthur Conan Doyle que descargué de Amazon, porque en la foto luce como una reliquia digna de exponer en la sala de la casa; pero seguro es mucho más cómodo leerlo en la tableta.

Llama la atención que el club de lectura surja de la iniciativa de un ciudadano estadounidense, cuando es poco habitual ver un gringo que no aproveche su tiempo libre con un (buen) libro.

Pero más allá de que la obra esté en un Kindle, un iPad, un computador personal o un volumen impreso, en países como Colombia deberíamos 'cogerle la caña' a Zuckerberg, a ver si elevamos ese vergonzoso promedio de lectura de dos libros al año.