viernes, 1 de agosto de 2014

Un réquiem por la verdad

Publicado originalmente en Enter.co

Hasta hace pocos años, la sabiduría popular decía que una mentira se convertía en verdad luego de repetirla 1.000 veces. Hoy, se publica en los medios digitales y el efecto es casi instantáneo.

Así se han vuelto verdad mentiras como que el padre del jugador de Costa de Marfil que lloró cantando el himno nacional de su país antes del partido contra Colombia había muerto dos horas antes del encuentro, por mencionar solo una de las más recientes.

Pero no recuerdo un solo medio que haya dicho: "Lo siento, fue culpa nuestra no confirmar la información". Si alguno lo hizo, incluyo mis disculpas en este párrafo, pero lo que recuerdo es un 'manual de excusas', relacionadas con el hecho de que "informaciones que circularon con anterioridad afirmaban que...". Como que la culpa no fue de nadie; como que si los otros la embarran, les caemos con todo; pero si la embarramos nosotros, hasta chiste le sacamos al asunto...

Así funciona la doble moral que llevó al pueblo colombiano a elevar su protesta por la falta de respeto que cometió una embajadora de buena voluntad de las Naciones Unidas, que relacionó a jugadores de nuestra selección con el consumo de drogas; ella renunció, a pesar de que nosotros somos felices creando, distribuyendo o simplemente burlándonos de otros países, con 'bromas' como que los jugadores de la selección de fútbol de Irán que llegó a Brasil eran terroristas armados hasta los dientes.

'Memes' les dicen, y pueden llegar a ser muy ofensivos, salvo que les sirvan a los medios para incrementar sus cifras de tráfico y mostrarse mejor ante sus anunciantes, en cuyo caso se transforman en galerías que van muy bien junto a las publicaciones contra el matoneo.

En una de sus columnas recientes en El Tiempo, Ricardo Silva afirma: "Sé que en tiempos de campañas políticas a cientos de estudiantes se les paga un salario mínimo para que en la plaza de Bolívar de Internet, convertidos en espantos con mil identidades (los tristes 'troles'), enturbien las palabras ajenas a punta de calumnias como carnadas que es mejor no picar".

Y en las mismas redes sociaIes encuentra uno publicidad sobre servicios que ayudan a incrementar los 'likes' y las interacciones de un sitio o de un perfil, a cambio de unos dólares. Venden las redes como el paraíso de la libertad de expresión y de la transparencia, pero al final también son espacios en los que se dicen mentiras a cambio de dinero. Y de pronto hasta se dicen verdades, pero resulta paradójico que su valor se reduce porque tienen un precio.

Por supuesto, la doble moral y la mentira no son un asunto exclusivo de Internet, de los medios digitales; no son un monstruo nacido de las nuevas tecnologías. Pero ellas ayudan a hacerlas más evidentes y hasta más peligrosas, porque antes, para que una mentira pasara por mil bocas hasta convertirse en verdad, podían pasar días, semanas, meses, años. O podía no convertirse en verdad.

Hoy es cuestión de minutos para que una mentira, un meme ofensivo o una campaña de desprestigio le den la vuelta al mundo; y, peor, para que la gente -incluso los medios- los crean, los distribuyan y hasta saquen provecho de ellos sin reparos éticos, morales o de ninguna especie...

Va un réquiem por la verdad y la moral, que hoy valen menos que un chisme en la Red.